viernes, 6 de julio de 2007

¡Cuidado con las palabras!




Como madre de familia, he podido comprobar que TODO lo que decimos y hasta en el mismo tono, en algún momento lo escucharemos de los labios de nuestros hijos, ya sea dirigiéndose a nosotros, o a alguno de los hermanos.

A veces es difícil contener una mala respuesta, las mismas presiones que la vida diaria nos presenta nos hace sentir desesperación o un estado de ánimo poco favorable. Y si además sucede algún contratiempo con los niños, fácilmente podemos estallar y empezar a gritar y decir cosas de las que más tarde nos arrepentiremos.

Algunos dicen que las palabras se las lleva el viento. Yo pienso todo lo contrario... y peor aún en el caso de las palabras ofensivas y de los malos tratos. Esas palabras y acciones ya no las borramos con nada, quedan como tatuadas en la memoria de los hijos. En el futuro inmediato nos harán pasar vergüenzas cuando reaccionen negativamente con algún amigo, en la escuela o con un familiar. Y en el futuro más lejano, cuando ellos sean padres de familia, repetirán aquellos patrones que tuvieron en su infancia.

Hagamos pues un esfuerzo por contener ese primer impulso, que nos lleva a exagerar en las reacciones. Respiremos profundamente y tratemos de serenarnos. Quizá algo que podría ayudarnos es imaginar que ese pequeño que nos ha hecho una travesura o que ha tirado la leche en la mesa, no es nuestro, sino que nos lo ha encargado alguien muy querido por nosotros.

Hagamos ese intento de evitar la violencia por el bien de nuestros hijos y por su sano desarrollo psicológico... ellos y la sociedad nos lo agradecerán.

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